¡Hola a todos! Hoy quiero compartir con vosotros un recurso que utilicé el curso pasado, al principio con escepticismo, pero que al final me dio muy buenos resultados. Se trata del bote o la botella de la calma.
Este recurso está inspirado en María Montessori, quien fue la primera mujer italiana en graduarse en medicina. Posteriormente se dedicó a la pedagogía, trabajó con niños y creó su propio método educativo: sin prisas, respetando las características de cada niño y desarrollando todas las potencialidades de los niños mediante materiales muy manipulativos.
¿Qué es la botella de la calma?
La botella de la calma no es más que un bote, frasco o botella de plástico (podemos reutilizar cualquiera que tengamos en casa) que lleno de agua, pegamento, jabón y purpurina sirve de recurso para tranquilizar a los niños. Es ideal para calmar rabietas, momentos de nervios o angustia.
En muchas ocasiones, cuando el niño se encuentra inquieto o tiene una rabieta no sabe expresar con palabras qué es lo que siente y patalea, llora o pega. En estos casos la botella de la calma sirve para que el niño se relaje observando la purpurina caer. Se ha demostrado que al focalizar la atención en los destellos de la purpurina y su movimiento el niño se relaja, respira profundamente y disminuye su ritmo cardiaco.
Obviamente el primer día que los niños utilizan el recurso no se tranquilizan puesto que supone una gran novedad para ellos observar esta mezcla de colores, agua y purpurina. Por eso, al principio es necesario acompañar al niño y enseñarle a respirar pausadamente y a observar lo que está sucediendo en la botella.
Si además de la botella contamos en el aula (o en casa) con un pequeño rincón con cojines, música tranquila y luz tenue los efectos serán mucho mayores.
No debemos olvidar lo siguiente: la botella de la calma no es un castigo. Simplemente es una técnica de relajación y de control de estrés. En cuanto se utilice como un castigo ya no cumplirá su función.
- Una botella, bote o frasco de plástico.
- Agua tibia.
- Jabón, pegamento o aceite de bebé.
- Purpurina de colores.
- Colorante alimenticio (opcional)
Echamos agua tibia en la mitad de la botella o del bote (es preferible que sea de plástico para evitar que se rompa). Añadimos pegamento y jabón o aceite de bebé. En este caso yo he utilizado aceite de bebé porque en la primera que hice para el cole utilicé jabón y, por alguna extraña razón, me destiñó la purpurina quedándose el agua de un color rojo-marrón muy feo.
Removemos bien la mezcla y añadimos purpurina al gusto (podéis usar de varios colores para que quede más bonita) y volvéis a mover la mezcla de la botella. En mi caso he añadido también lentejuelas de colores que tenía por casa pero esta botella admite todo tipo de purpurina, formitas, pompones, gomas del pelo... ¡Hay un sinfín de posibilidades!
He puesto 3 gotitas de colorante alimenticio azul que suelo utilizar para las tartas, he vuelto a agitar la botella y... ¡Tachán!
Muy importante: ¡No olvidéis de sellar bien la tapa! Así evitaremos que algún niño tenga curiosidad por probar a qué sabe esta maravilloso potingue. En mi caso he utilizado silicona pero podéis sellar la tapa con cualquier pegamento resistente.
En esta última foto podéis ver los destellos de la purpurina y las lentejuelas moviéndose después de agitar la botella.
En el aula me gustaba introducirla a través del cuento del monstruo de colores ya que en él se van guardando las emociones en diferentes frasquitos. Los niños acudían a menudo a decirme que estaban nerviosos o enfadados como el monstruo de colores y que necesitaban la botella de la calma. En un rinconcito que habilitamos en el aula, los niños iban con la botella y... ¡La verdad que daba muy buen resultado!
Espero que os haya gustado la entrada. ¿Conocíais ya la botella de la calma?, ¿La utilizáis?
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